martes, 18 de octubre de 2011

Eufemismos que nos facilitan la existencia

Eufemismos que nos facilitan la existencia

Un señor que he descubierto hace poco, Rastelman,  ha publicado en su Blog unas reflexiones sobre los “eufemismos”. 
Me ha hecho reír mucho con estas frasecitas que oímos al pasar y decimos sin pensar.

 He aquí una lista notable:  

Te quiero como amigo / no te toco ni con un chorro de soda...

Con X estamos atravesando un momento complicado / Con X estamos como el orto

Estoy con una situación financiera particular / Estoy en pampa y la vía

Crocante / Quemado.


Es una persona bastante especial /Es un insoportable

Tomémonos un tiempo, salgamos con otra gente/ No quiero volver a verte porque ya tengo a
Alguien

Tengo huesos grandes / gordo

Es un tipo interesante/ Es un bagre

Estoy hinchada/ Estoy gorda

Tengo curvas/Tengo rollos

Tenemos una relación abierta/Tengo cuernos

Está muy húmedo acá/Estoy chivando canelones

Decidimos separarnos/Me colgó la galleta

Estoy flojo de vientre/Me cago de parado

Cómo vas de cuerpo?/Cómo es tu caca?

Me fue bastante bien/ Me fue como el culo

Me lo voy a tomar como unas vacaciones merecidas/ Me echaron a la bosta, dame los avisos clasificados!

Ligera de cascos/Trola

Prometeme que me vas a perdonar/ Ya sé, es imperdonable

No sos vos, soy yo/ Vos me tenés repodrido, yo estoy bárbaro

No soportaba más a la mucama las 24 horas en casa/ No puedo pagarle a la paraguaya ni dos horas al día

La mucama era muy invasiva/ No le puedo pagar el sueldo

Ya terminan las clases, tirá con lo que tenés/No tengo guita ni para una goma

Tengo la cabeza en otra cosa/Tengo la cabeza en otro/a

Divino, tu nene! Pero mañana no estamos en casa/ Un insoportable el pendejo, no me lo traigas más!

Fue un toquecito, nomás!/Le volé el tren delantero al auto

Me fijo qué te puedo hacer de cenar con lo que tengo/ ¡Traete una pizza, viejo!

Bueno, bueno… no es lo que se dice un superdotado /La tiene chica

Pero, es muy dulce/La tiene muy chica

Estoy casi en mi peso/Me faltan diez kilos para llegar a mi peso

Me agarrás en mal momento/Estoy hecha un bofe, como siempre.

No seas tonta! Estás divina!/Boló, te pasó un camión por arriba!

Estoy hecha un toro de gorda!!!/ Por favor, díganme que no estoy hecha un toro!!

Que los disfruten!





jueves, 6 de octubre de 2011

Aunque usted no lo crea

Lo que contaré hoy pertenece a esa esfera de lo inverosímil, como casi todo, y versa sobre acontecimientos acaecidos allá por el ‘89. Hablo de 1.989, claro está y eso indica que yo tenía apenas 21 años y mi hermana 24.
A saber: somos dos muchachas que hemos atravesado etapas de hinchazón notable. De alturas promedio, contexturas promedio y peso promedio… cuando no estábamos “infladas”. Tenemos una característica física que en su momento era muy deseada: espaldas grandes. Sucede que en esa época el influjo del modelo  Bo Derek en 10, La Mujer Perfecta daba todavía coletazos y esas figuras un tanto masculinas caían en gracia..  Nosotras contábamos con la suerte de que a nuestros hombros grandes se le sumaban cinturas pequeñas, pechos destacables y caderas redondeadas. Dicho así, lo cual no deja de ser cierto, uno diría que éramos dos ninfas. La realidad es una cosa bien distinta.
Un cuerpo de guitarra con diez kilos de más se transforma en un contrabajo. Queda claro el punto? Por citar un ejemplo de aquellas metamorfosis que padecíamos con frecuencia (de delgadas a “hinchadas”) y que provocaban reacciones varias citaré una anécdota.
Nuestro hermano mayor, algunos años antes de los hechos aquí narrados,  se había ausentado de casa por 40 días ya que estaba haciendo el famoso “campito” de la conscripción. Regresó a casa famélico, con nueve kilos de menos un sábado por la mañana. Mami había preparado tortas y el mejor café para recibirlo. Él entro en la casa, mis padres lo abrazaron, conversaron un rato hasta que la puerta del comedor se abrió y, para su sorpresa, vio aparecer dos alemanotas gigantes. Dos “Helgas”, según sus propios dichos, que semejaban a la mujer de Olaf, el vikingo. Por supuesto que de alemanas, nada. Se trataba de sus dos hermanitas que se había decolorado el pelo y se habían tirado los casi diez kilos que él había perdido. Tan estupefacto estaba que nos miraba azorado, nos tocaba los brazos como quien acaricia un jamón serrano, nos hablaba tratando de descubrir quiénes se encontraban detrás de los diez kilos y la cabellera blonda.
Pues que siendo dos mujeres monumentales un cierto día nos sucedió algo verdaderamente extraordinario: nos dio una zurra bestial una anciana de más de setenta años que pesaría 45 kilos en toda la furia.
Mi hermana acudió a una mueblería a reclamar una cajonera que no había llegado a su domicilio el día anterior, tal como habían quedado. La propietaria, es decir, la adorable viejita, la maltrató. Mi hermana, extraño en ella, no pudo reaccionar debido a lo alucinado del maltrato y entonces fue en busca de la Negra liera de la casa, o sea YO.  Y allí fui, convencida de que la vieja no sólo le pediría disculpas, sino que además le haría una rebaja.
Entramos, mi hermana reclama la cajonera para llevarla nosotras en el auto. Yo miraba con cara de chacal, atenta a todo aquello que se decía. Mi hermana pide la factura, la cajonera reposaba en el suelo que era un mar de muebles donde prácticamente una no se podía mover. La viejita, que hasta entonces no parecía ser aquella que la había insultado pues se manifestaba hasta dulce, diría yo, la miro con rostro desencajado y arremetió otra vez: “Vos qué te pensás, piba? Que somos todos delincuentes? Que evadimos impuestos? Eh, qué te crees?” Entonces fue mi turno de salir de las tinieblas. “Escúcheme una cosa, primero baja el tono porque es su obligación. Estamos? Luego, yo soy de la inmobiliaria y esta chica sólo está pidiendo aquello que yo le solicito.” Entonces, no sabemos aún muy bien cómo, la vieja  abrió una boca de dragón para decir a los gritos: “Y vos, put.. de mierd.., quién te crees que sos?” (Nótese que eludo las malas palabras porque soy una chica con modales). “Cómo dice?” Y todo se fue de madre. La vieja le sacudío un manazo en la espalda a mi hermana. Ésta se retorció de dolor. “¡Vieja put…, a mi hermana no la tocás! Le dije con toda la clase. “Y para vos también hay”, dijo la vieja. Y ahí nomás se me vino al humo. Decir que me fajó como a un pibe de cinco años es poco. Mi hermana trataba de asestarle un golpe para dejarla knock out, pero nada… me acerqué como pude entre aquellos trastos tirados por el piso. Alcancé a tirarle de los pelos, pero me quedé con un mechón canoso en la mano. Volvió a pegarle a mi hermana en los brazos, en los hombros. Las dos gritábamos enajenadas, la vieja gruñía mientras seguía dando golpes al vacío, a nuestros corpachones. De golpe me le acerqué y la señora, al verse cercada, se afirmó en la pierna derecha y comenzó a girar mientras tiraba patadas al aire. Se movía cual un compás humano. Una de sus patadas me dio en la pierna, muy cerca de las partes pudendas (tenía puesta una minifalda de jean). Todo este disparate debe de haber durado unos dos minutos eternos. De pronto una adolescente salió de atrás de una cortina, es decir que había oído todo, y dijo: “Basta, mamá!”. Fue entonces cuando la poseída por el demonio entró en una especie de letargo exhausto. “Oíme, vos sos una turra, estabas oyendo el desastre y no hiciste nada. Nos fajó, tu mamá nos fajó!”. Por toda respuesta recibimos un: “Sí, ya lo sé”. “Lo que no sabés es la denuncia que les voy a meter, no van a venir ni los perros a comprar nada”.
Otra vez la vieja salió del letargo y arremetió. Contra quién? Otra vez contra mi pobre hermana. Le dio una palmada en la espalada mientras ésta comenzaba a correr hacia los fondos del terreno donde había visto un hombre mayor que serruchaba. “Señor, señor, por favor!” Nada. Corrí detrás de mi hermana para alejarme de patadas, manazos y arañazos. “Ey, usted, esta mujer nos está pegando. No le hicimos nada. Por favor, nos pega”. Respuesta: “¡Sí, ya lo sé, le pega a todo el mundo!”  
Cri cri cri cri cri cri
Es extenuante contarlo y seguramente leerlo, por eso resumo. Salimos media hora después de ser ingresadas, con la cajonera y la factura. Me subí yo al volante y mi hermana me pidió que tuviera el auto encendido y “preparado”. La vi desaparecer por el espejo retrovisor, la vi entrar en la mueblería, temí tener que ir a rescatarla… en cambio la vi salir corriendo, llegar hasta mí, subir al auto y gritarme: Acelerá!!!!!!!!!!!!!
La vieja, milagrosamente, no la corría porque ella, en un descuido de la propietaria que seguramente se estaba tomando un té para recuperarse de la golpiza que nos había propinado, le había tirado todos los muebles que colgaban de las paredes (marcos de espejos, ventanas, etc.) obstruyéndole la salida.

                                                M. P. V.
Nota del autor: para quien no cree esta historia cito:
TODO MADERA”. Avda. Colón al 700. Bahía Blanca, Argentina.
Agresora: mujer de 70 años. Croquiñol, pelo corto, anteojos, cara angelical.
Nota del autor 2: Terminamos en la comisaría, intentando hacer la denuncia… pero eso, es para otro texto.