jueves, 13 de diciembre de 2012

El milagroso suplicio de Las Fiestas

El milagroso suplicio de Las Fiestas El verdadero milagro de Navidad y Año nuevo consiste en que, luego de tanta agua bajo el puente, volvemos a experimentar una ansiosa alegría al ver los negocios llenos de luces blancas y árboles nevados en pleno diciembre. LAS FIESTAS, así, con mayúscula. Las fiestas de la familia y los amigos después de las doce. Las fiestas de los niños, que no sólo sueñan con Papá Noel y su atado de regalos, sino también con los primos de Papá Noel que vendrán la noche del seis de enero a ofrendarles todo aquello que les quedó pendiente el 24 D. La cosa arranca con los primeros furores de la decoración imperante que nos trae remedos de nuestra más tierna infancia. Vagamos exultantes entre vidrieras pletóricas de juguetes encantadores y fabulamos con qué cosa entregaremos a cada pequeñuelo de la familia, el cual reirá fascinado con su obsequio y nos regalará las más serena noche de paz. Salvo raros casos, la planificación es entre mujeres que, llamados telefónicos mediante, organizan menús, manteles, jarrones de cristal, candelabros de plata y bebidas. Alcohol, básicamente. Pequeñas rencillas acelerarán descontroladamente el hartazgo casi hasta la noche misma del 24. No pretendo extenderme en estos menesteres tan trillados, pero basta con mencionar que son motivo de crispación el dónde se llevarán a cabo las dos noches con sus mediodías, qué llevará cada quien, a qué hora arribará tu primo con su mujercita impecable y sin sudar porque, total, con una ensalada rusa arregló todo el fardo, mientras yo te hice dos matambres, cinco piononos y una waldorf, o si mi tío traerá nuevamente el famoso vino patero que le regalaron en 1958 en Mendoza en tanto tus padres llevarán el mejor champagne, o si vos pondrás otra vez el grito en el cielo porque mamita traerá de nuevo Vitel Toné y yo me enojaré porque otra vez, luego de tanto sudar la gota gorda terminaré sentada en la mesa con los más chicos, cortando el pollo en daditos de un centímetro para que no se ahogue ninguno y tengamos que huir despavoridos al hospital, como el año anterior, cuando mi tía amenazó un ACV que en realidad fue una pequeña curda de clericó, que según ella era ensalada de frutas. Pero por favor, con qué necesidad. El tema es que apenas sentados a la mesa comenzará el griterío de reclamo alimenticio en un frenesí que sonará a inanición, y así, en medio del más absoluto descontrol transcurrirá la plácida cena, recordando el nacimiento del niño Jesús y demás yerbas, porque claro, los niños, como Jesús, son los grandes protagonistas de la noche. Entonces se escuchará la primera gresca. Resultará que mi tío, muy probablemente, pensará disfrazarse de Papá Noel una vez más y hacer las delicias de los pequeñuelos. Entonces se oirá la voz de tu abuela diciendo que el año pasado más que Papá Noel parecía el Payaso Mala Onda y mi hermana se sumará al comentario agregando que todos los pibes terminaron llorando de horror y que ninguno quería recibir su regalo y es probable que el tío, alcoholizado a esa hora, haga temblar la pera lastimosa y que, entonces, mi madre que está harta de él pues es el hermano de mi padre, comente que con lo que salen los regalos sería justo que cada uno haga entrega de aquellos que gatilló con débito, crédito o cash, qué tanto, porque no hay un solo chiquillo en la familia que se arregle con arrope y miel, mucho menos con un poncho blanco, que ya lo intentamos hace años y nos escupieron al unísono sin entender la relación con la misa criolla. Y así todo se desmadrará antes de que el gallo cante las doce y los niños, otra que noche de paz, griten poseídos de ira y los padres juremos nunca más pasarle a Papá Noel data engañosa sobre la conducta de sus chiquitos. Los angelitos, extenuados de llorar, comenzarán a quedarse dormidos en los regazos de abuelos, padres y tíos mientras en los jardines encendidos en fuegos de artificio, que por fortuna pagó el vecino, personajes encendidos de alcohol se abrazarán, gritarán, y hasta algunos llorarán pues han dado las doce y es hora de hacer el llanto navideño que tiene cita todos los años. Luego habrá karaoke, baile y algún picadito de fútbol en el que alguno de los borrachines de rigor romperá la maceta esmaltada de la pileta o la hamaca que cuelga del sauce. Con suerte acudiremos al muestrario de los diversos tipos de curdas. El depresivo, que aprovechará para echarse un lagrimón por el antepasado aquél que partió en 1878 de Vigo, luego el otro belicoso al que se le calienta el pico y pretende dilucidar los destinos del país entre gallos y medias noches y que, con viento en contra gritará a alguno “Vos te vendiste”, y finalmente el que siempre evoluciona en una mamúa feliz y chispeante y que nos regalará por años el recuerdo de sus imitaciones de Travolta en medio de un césped ya con rocío. Para entonces, algunos se habrán ido. Entonces, cuando todo se haya dormido, comenzaremos a hablar de qué linda noche hemos tenido y cuánto hemos reído. Para cuando la cosa muera ya tendremos ganas y añoranza de la próxima navidad en la que, ojalá, estemos todos juntos de nuevo. Éste es el milagro de las fiestas. No caben dudas. Y cuando uno está muy lejos, y afuera hace mucho frío, y cuando todo está tan solo porque uno está muy sólo del barullo de aquellas fiestas argentinas alucinadas, la verdad es que desearía estar allí. Sentir que el calor y la humedad estropearon el peinado, que nos duelen las manos de tanto cortar pedacitos de comida a los más chicos, que desearíamos cocinar hasta horas antes de la cena, reírnos entre mujeres, brindar mil veces, descansar en una reposera y tener la gracia de ver caer otra estrella y volver a pedir las mismas cosas. Desde tan lejos dan ganas, incluso, de levantar el vendaval que dejó el festejo a su paso. Pero ése… es otro tema.
María Paula Villanueva

8 comentarios:

  1. AHHHH querida...
    me hiciste martarme de la risa con tantas cosas, tantos recuerdos que no recuerdo porque era chiquitita pero se han formado parte de mi memoria por todas aquellas navidades en que se vuelven a contar como si nunca las hubieramos escuchado antes...
    Y por otro lado me hiciste pensar en cuantas cosas van a ser distintas este anio, una navidad en cada extremo del mundo, pero se que nuestras "no se que" (almas, corazon, cabecitas) van a estar todas juntas en la imaginacion/recuerdo/anhelo de lo que seria una navidad juntitos...
    TE QUIERO

    Coralito

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  2. Gracias por volver Pau!
    Por supuesto como siempre me sentí más que identificada y entre sonrisas y lágrimas, disfruté muchísimo tu relato, como de costumbre. Sé que la distancia geográfica parece inmensa, pero en el corazón estás sentada a mi lado, vos con un cigarrillo en la mano, yo con mi inseparable taza de té (with a cloud of cold milk, al mejor estilo Inglés, aunque sea más gallega que un portero),riéndonos de nuestras propias anécdotas Navideñas. Que se repita pronto, digo, esto de publicar.

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  3. Gracias por volver Pau!
    Por supuesto, como siempre, me sentí más que identificada, y entre sonrisas y lágrimas disfruté muchísimo tu relato, como de costumbre. Sé que la distancia geográfica parece inmensa, pero en el corazón estás sentada a mi lado, vos con un cigarrillo en la mano, yo con mi inseparable taza de té (with a cloud of cold milk, al mejor estilo Inglés, aunque sea más gallega que un portero), riéndonos de nuestras propias anécdotas Navideñas. Que se repita pronto, digo, esto de publicar. Y muy pero muy FELIZ NAVIDAD CHINA, AMIGA!!!

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  4. SIIIII TAL CUAL PAU, ME MATO L PAYASO MALA ONDA, JAJAJAJ CUANTOS PAPA NOEL HEMOS TENIDO Y TENEMOS PARA CONTAR. QUE LINDO, ME REI MUCHO NEGRITA.

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  5. jajajajaja, es tremendo!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  6. Siempre la misma, vos! Yo veo lo que vos contas, pero termino de entender lo comico cuando lo leo en tus relatos. Sos genial, Negra!

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  7. El 24D, es genial! Fiel retrato de algo familiar a todos.
    Saludos desde Venezuela!

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  8. Pero que sorpresa. Vengo a verte por el cumple y me encuentro esto. Me reído tanto!
    Feliz cumple!!!
    Fer

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