martes, 10 de mayo de 2011

Maternidad: un engaña pichanga?

Volvamos a la primera persona, que ya he expuesto a varias amigas por el camino y en un solo texto.
En un tren más serio de lo que suelo escribir en este blog voy a decir algo de lo que estoy convencida hace exactamente 18 años: La maternidad es la forma más generosa del egoísmo.  Yo he oído a alguna que otra, en momentos de exasperación materna, gritar: “Me debés la vida”. MENTIRA. Nadie nos envió un telegrama colacionado pidiendo nacer, mucho menos pidiendo nacer de nosotras, específicamente.
Así fue como luego de soñar con niños dormidos, niños despertando entre gorjeos de pajaritos, niños sonrientes que, algún día, me acompañarían a hacer las compras al mercado y meterían con sus manitas los objetos que les indicara; luego de soñarme bella y resplandeciente, peinada y maquillada correr con ellos entre las piernas para ir a recibir sonriente a mi esposo luego de su jornada de trabajo… luego de tanta cosa me encontré con la realidad de la cosa.
Por dar un ejemplo, mi adorada hija mayor despertó a la vida un 7 de septiembre y no volvió dormirse por tres años.  Ninguna de las dos volvió a dormir por tres años. Eso no estaba en mis planes. Este tesorito no lloró cuando nació, cosa preocupante para una primeriza, pero comenzó a hacerlo dos horas después y no se detuvo más. Yo, que había leído tanto acerca de la lactancia y sus virtudes (inmunidad, vínculo, lazo, etc.), me empeñé en amamantarla durante tres meses. Me acribillaron a tiros con EL PECHO MATERNO, el cual, al cabo de tres meses había provocado una cuasi desnutrida que además, sin dientes, mordía como un tiburón.  Cuando los pediatras varones, que no saben lo que significa dar EL PECHO A DEMANANDA (estar todo el día con la teta en la boca de tu hija), descubrieron que mi niña estaba casi desnutrida me indicaron la leche sintética. “Ahora, me dijeron, dejará de llorar”. Recuerdo que salí corriendo de la clínica como una drogadicta en busca de un estimulante. Llegué a la farmacia más cercana y vociferando dije: “¡Quiero leche sintética!”. Y entonces comenzó la otra etapa: los gases.  Por supuesto, no dejó de llorar.
Así y todo buscamos otro hijo, que resultó otra hija. Y llegó una niña calma, adorable, apacible para hacerle compañía. Se entretenían juntas. La mayorcita hacía de madre y el tiempo comenzó a ser más plácido y nosotros, envalentonados con la vida que se encauzaba, fuimos por más. Nació nuestra tercera preciosura, otra niña calma, sabia, serena. En realidad la sabia y serena a estas alturas era yo. Pero, aunque las más chiquitas eran independientes yo debo de reconocer que nada se parecía a lo que había soñado: Las bellas durmientes no vivían en mi casa; los despertares eran un griterío de tres mandriles enloquecidos que pataleaban desde sus cunas o en el piso de madera del cuarto; el regreso de mi esposo no me encontraba jamás hecha una diosa, sonriente, con hijos entre las piernas. Más bien él abría la puerta y veía mis ojos encendidos , ojos de cobra venenosa, cansada, acobardada.   
Tengo hijas, todas mujeres que hablan y hablan y hablan desde que adquirieron el don de la palabra, es decir, 10 meses después de haber nacido. Mi casa era y es un sitio donde uno escucha voces todo el día: hablamos entre nosotras, hablan entre ellas, hablamos solas. Mi esposo observa la escena con una especie de resignación amorosa.
Hemos criado solos a nuestras hijas: jamás tuvimos la señora con cama adentro ni las abuelas niñeras. Hemos estudiado y trabajado y criado hijas casi sin ayuda, por decisión nuestra. Eso implicó unos diez años en los cuales hicimos dos salidas solos, una de las cuales fue a un casamiento. Estábamos excitadísimos. Nos vestimos, nos perfumamos, dejamos a las pequeñas con una señora de confianza (que cobraba por horas) y nos dispusimos a pasar una noche de locos.
Llegamos al salón de fiestas y fue como descubrir que había cambiado la moda, que ya no usaba el Frizzé en el pelo femenino ni las pastillas en las mejillas de un rugbier, no digo viejo, pero sí poco agiornado. Así y todo a nosotros poco nos importaba incluso quiénes se casaban. Era NUESTRA NOCHE.   Tomamos unos “drinks” en el hall de recibimiento. Tomamos más de uno y presurosos (algo nos corría por detrás: las horas de baby siter). Nos convocaron a las mesas y allí fuimos, exultantes, a esperar que apareciera el primer plato. Entonces, cuando él se llevaba el primer bocado sonó el teléfono celular y nos dijo la baby siter que “la nena tenía fiebre”.  Una hija con fiebre se traduce en tres hijas afiebradas en menos que canta un gallo. Total, que oír la noticia y apersonarnos en casa tomó unos veinte minutos. La noche había terminado, el reloj había dado las doce y los tipitos dejaron el hechizo atrás.
Verdaderamente reconozco que aquella salida fue una especie de confrontación con un estilo de vida que añorábamos, pero que una vez vueltos al ruedo no nos prodigó tanto placer como imaginábamos. Por lo tanto, estar de vuelta en casa, antes de que sea tarde para amanecer con una resaca espantosa y aún así hacerse cargo de las nenas, resultó muy placentero. Terminamos la noche frente a la video casetera, viendo Aladín, con nuestros piojitos metidos en la cama.
Este tipo de eventos sociales, que te exponen a la realidad de que hay una parte de vos que ya no volverá , nos quitó las ganas de hacernos los pendejos por un tiempo bastante largo. De manera tal que nos dedicamos a la paternidad a pleno y con buenos resultados. Por supuesto, esto no es el fin de un cuento a la manera de S.O.S Niñera. Hemos pasado las de Caín: hemos amenazado hijas con un portero, que era más bueno que el pan, a la manera del viejo de la bolsa; hemos visto pintarse las paredes del cuarto de las niñas con pinturas rupestres de leche con chocolate; hemos encerrado pequeñitas en el baño a oscuras como penitencia y hemos comprobado que les divertía quedarse solas, encender la luz y pintarrajearse las caras con mis rubores de marca; yo, particularmente, he dado una paliza importante por primera y única vez y… CON GRANDES RESULTADOS. Y luego de tanta agua bajo el puente he comprobado que para mí no se hicieron las dictaduras: de niña dictaban mis padres; de grande dictan mis hijas. Recién cuando comprendí que el cambio generacional entre mis padres y yo, a mí, me cagó la vida y me quitó el látigo de las manos y me llenó de culpas infundadas y  me cubrió de dudas innecesarias pude aceptar que en la medida de las cosas está la calma para la crianza. Ni tan calvo, ni con dos pelucas. Y, a propósito de Freud y cosas por el estilo, cierro estas memorias no tan lejanas, con una anécdota que pinta un poco el asunto de cómo ser padres y no morir en el intento ni matar la latente felicidad de los hijos, puesto que un chico que tiene todo, es un eterno insatisfecho (aprendizaje tardío, pero no tanto).
Cierta vez me convoca la psicopedagoga del colegio de mis hijas, quería contarme los resultados de los test hechos a las chicas. Fuimos con mi esposo. Nos miró la señora con cara de escrutarnos. Despliega los dibujitos de las nenas  y las respuestas que ella misma había transcripto en una hoja cuadriculada.
Nos dice: “Bueno, acá se ve una familia compuesta de manera muy adecuada. El padre y la madre con las alturas más altas, las hijas con tamaños adecuados. Todos los miembros de la familia están tomados de la mano, todos sonríen. Mm”.
Nosotros sonreímos, obvio. Pero luego la señora retoma el discurso y lee las respuestas de las nenas sobre nosotros dos. Todas eran encantadoras: “papá y mamá se ríen siempre; vamos a comer a Mc Donalds porque a nosotras nos gusta; en la casa de mis tíos jugamos todos en la pileta; los fines de semana vemos películas; mamá es la que más nos reta (no nos pega); papá nos trae chupelatines cuando viene de volar, etc..” Y luego de aquello que leyó afirma: “es una imagen de familia casi ideal. Podría ser una especie de fábula, parece un discurso armado. No los acuso de nada, pero no suena real, es un poco sospechoso. Yo me pregunto si esto será tan así o se esconde algo bajo la idea de familia ”.
¡Cri, cri, cri!
Yo apenas pude decirle alguna cosita, mi marido miraba atónito. Entonces cuando me cayeron las fichas de años de paternidad compartida, de cansancio, de paciencia encontrada en lo más recóndito de mi naturaleza temperamental; cuando recordé cuánto habíamos dejado de lado por aquellas nenas, felices, cuando fui consciente de que nuestra felicidad iba de la mano de esta idea de familia que habíamos construido con sueño, con improvisación, con buena voluntad, con errores seguramente, entonces, recién entonces atiné a decirle: Por qué será que los dibujos y las respuestas que hablan de una familia nefasta son tomadas tantas veces como fabulaciones de niños y las imágenes de una familia feliz despiertan tantas sospechas?
Nos fuimos convencidos de que no éramos creíbles como familia y eso, aunque parezca mentira, nos hizo muy felices.

María Paula Villanueva

12 comentarios:

  1. Ni un punto de más ...pero para ser más exacta, la maternidad es la máxima expresión del egoismo evolutivo...

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  2. Yo cuando tuve mi primer hijo pensaba que me iba a volver loca!!!!!! Despuès, tambièn me serenè, pero fue un tiempo terrible. Una vez le preguntè furiosa a mi madre: por què insististe tanto en esto de que tuviera un chico? Y despuès los tuve por mi cuenta y SOY MUY FELIZ, como vos.
    La moda tambièn me pasò de largo por mucho tiempo. jajajajajaja
    Me encantò, hice catarsis de algo que a mi me da verguenza decir, porque parece que uno no los quiere y nada que ver. Viste?
    Carla

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  3. Gracias chicas por seguir participando. jajaa La verdad es que yo digo cosas "espontaneas" con bastante desparpajo, y eso a veces me hace parecer insensible. Pero como mis hijas saben que las amo sobre todas las cosas, entonces me permito los comentarios, reales por otro lado, pero no por eso desamorados.

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  4. como dice Serrat: Caminante no hay camino, se hace camino al andar..ésto es ser padres!!

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  5. La mater-paternidad, plena, feliz, emocionante hasta lo increíble,la asumirán juntos, Dios mediante, cuando por lógica de la vida arriben al sublime único estado cual es el del abuelazgo. Nadie nació sabiendo ser padre y fuimos creciendo como tales en la medida que nuestra descendencia crecía como hijos. Los años no pasan en vano, para algunos, por eso, recordando nuestros errores, a veces cargados de injusticia, tal vez por exceso de amor, desearíamos que nadie los reiterada, puesto que desde nuestra experiencia y en las personas de nuestros nietos, quiero decir: Me hubiera gustado ser padre con mis hijos de la misma forma en que lo soy como abuelo.
    Me faltó experiencia, inteligencia y tiempo, me bebí los vientos buscando la seguridad y futuro de mi prole, por eso mis nietos no son tales, son mis hijos que han vuelto a ser niños.
    La descripción de tus avatares maternales, en tono de solfa, responden a las circunstancias amorosas que has de alegrarte, junto a tu esposo, te deparó la vida. Qué hermoso recordarlos así.
    Amor mi mosse, che mi fa parlare.
    Me impulsa amor, y él es quien me hace hablar.
    Dante. Inf. II, 72.

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  6. Mis nietos son mis hijos que han vuelto a ser niños!!!!!!!!!!!!!!!
    Qué precioso pensar que luego de que partan volverán reeditados de alguna manera.
    Gracias!
    Hace falta...

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  7. La mater-paternidad, plena, feliz, emocionante hasta lo increíble,la asumirán juntos, Dios mediante, cuando por lógica de la vida arriben al sublime único estado cual es el del abuelazgo. Nadie nació sabiendo ser padre y fuimos creciendo como tales en la medida que nuestra descendencia crecía como hijos. Los años no pasan en vano, para algunos, por eso, recordando nuestros errores, a veces cargados de injusticia, tal vez por exceso de amor, desearíamos que nadie los reiterada, puesto que desde nuestra experiencia y en las personas de nuestros nietos, quiero decir: Me hubiera gustado ser padre con mis hijos de la misma forma en que lo soy como abuelo.
    Me faltó experiencia, inteligencia y tiempo, me bebí los vientos buscando la seguridad y futuro de mi prole, por eso mis nietos no son tales, son mis hijos que han vuelto a ser niños.
    La descripción de tus avatares maternales, en tono de solfa, responden a las circunstancias amorosas que has de alegrarte, junto a tu esposo, te deparó la vida. Qué hermoso recordarlos así.
    Amor mi mosse, che mi fa parlare.
    Me impulsa amor, y él es quien me hace hablar.
    Dante. Inf. II, 72

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  8. Una maravilla de comentario!!!!!
    Infinitamente mejores los lectores/escritores que yo misma, la humilde autora.
    Amor mi mosse, che mi fa parlare; me mueve el amor...
    Gracias!

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  9. Ahi viejita, viejita, si no supiera que me queres tanto, como te detestaria por varias de las cosas que se mencionan en este texto. Y por la misma razon que cuando alguien que conocemos va a tener hijos se dan los consejos basicos entre los que aparecen: UHHH que no te salga una coralito!!!!
    TE QUIERO MUCHO VIEJITA!
    Gracias por hacernos unas hijitas tan felices, y por luego de siete anos de torturas, convertirme en un "intento" de persona normal!!!
    Coralito

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  10. Gracias por tu comprensiòn, mi preciosa, sabès de sobra que este blog magnifica ciertas cosas, pero siendo que "nosotras estuvimos ahi" sabés que llevo mucho tiempo tratando justamente de que no sean "normales". Por eso: MUCHAS GRACIAS POR TU LOCURA!!!!!!!!

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  11. Profe!!!!!!!!! Me parece escucharte contar historias en el curso. Tengo ganas de volver al secundario para rapetir tus horas.
    Me divierto tanto leyendo este blog tuyo!
    Un abrazo!
    Una genia, como siempre.

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  12. Genial como siempre amiga!!!! Es todo taaaannnn cierto Pau! Me reí tanto... y lloré tanto acordándome de mis propios retoños :)
    Y lo de la moda, mirá, yo tengo un par de frases matadoras acerca de la maternidad, y sabés que como vos, doy la vida por mis hijos. Pero esto no deja de ser un poco cierto: 1) La coquetería, la elegancia, la moda y demas yerbas desaparecen junto con la placenta por muuuuuchoooosssss años, y se reemplaza por ropa vencida, vómitos después de la teta, caquita en varias tonalidades, y ojeras hasta el piso. 2) todo se puede devolver en esta vida, hasta un marido. Asi que si vas a tener hijos pensalo bien, ellos no solo no pidieron venir a este mundo, tampoco tienen devolución.

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